11 marzo 2007

¿hola? ¿hay alguien ahí? Eh tu, si tu, es a ti.
¿qué hace la gente por ahí?
Aquí estoy, en Cuba dicen, aunque realmente yo no lo se, bien podría estar en Vicálvaro o en Pekín, porque llevo dos semanas sin salir de la escuela y el contacto con la vida exterior se resume a las noticias que nos traen los mosquitos a última hora del día y los sueños que tengo por la noche, los cuales a veces parecen reales, pero otras, las más habituales, son sueños bien locos. Esta noche sin ir más lejos soñé con la escuela plagada de dinosaurios, ahora miro debajo de la cama y no veo ninguno. Puede que sea porque la cama no tiene patas y está a ras de suelo, o puede que sea porque no hay dinosaurios en esta escuela, tal vez en otras, no se. Pero el caso es que aquí y ahora, no hay ningún dinosaurio en la habitación.
Metido en la escuela, trabajando como un perro en los proyectos de tres minutos, viendo buenas películas (enganchado a Bergman y a Buñuel) y haciendo siempre que puedo unos auténticos spaguettis a la Peiboletta, amigo, que gran placer cambiar el arroz con pollo de vez en cuando.
Ahora andamos metidos en un taller muy interesante, estética de la imagen y de la filosofía, con una profesora mitad húngara y mitad argentina que nos mueve bastante la cabeza, con textos filosóficos y análisis de cuadros. El último taller antes de que empecemos la pre producción de los tres minutos. Sin descanso, sin sueño y siempre con una sonrisa y unas bragas limpias.
Con la historia del mimo metida en la cabeza, con los actores ya apalabrados (que bueno el mimo) y con un inminente y fugaz viaje a España. Ay, tortilla de patatas, ay, calamares a la romana, no quiero ni pensarlo, no señor. Encargos y más encargos, trae spray para los decorados, trae látex líquido para el maquillaje, trae pintura negra, trae un chorizo de Pamplona, trae aceite, eso si, trae aceite. Salir con dos maletas vacías y volver con ellas llenitas, y entre medias visitas y más visitas.
Y con tanta cosa en la cabeza, no puedo dejar de pensar en el maestro, Fary ¿por qué me has abandonado? Porque si el Fary es omnipresente, por qué no le veo en esta escuela, por qué, cuando por las noches me siento solo y desamparado no viene ese maestro de la canción y de la media verónica y me arropa tras darme un besito en la frente. Oh Fary, ¿dónde te metes que no te veo? Te imploro y suplico, oh Fary, ven a verme, aunque sea un ratito, aunque solo sean unos minutos, al menos deja que note el rumor de tu aliento en mi nuca. Oh Fary, te echo de menos.
Se os quiere, a ti también, Fary

03 marzo 2007

Porque todos somos hijos de Mejuto González

Esta vez fueron los pasos de Mejuto González los que guiaron mis dedos y mis ganas de darle al mundo tremenda información vital y de necesidad pública. Si señores, porque Mejuto es alguien de quien todo el mundo debe conocer su vida, hechos, costumbres, vicios y demás actividades cotidianas.
En primer lugar hay que hablar de su madre, doña Urraca de los Santos, una striper de un bar de la carretera de Andalucía, allá por el kilómetro 120, en un oscuro lugar entre Tembleque y Turleque. "El globo feroz" se llamaba el sitio donde doña Urraca mostraba todos los pliegues de su cuerpo tanto a camioneros como insomnes crónicos. "El globo feroz" no era como todos los burdeles que adornan esta linda carretera que une Madrid con las provincias más sureñas de España, "El globo feroz" tenía algo especial, tal vez fueran los sofás de terciopelo rojo roídos años antes, o puede que fuera la presencia de don Torcuato, gerente, administrador, camarero y limpiador del tugurio. Un hombre de una edad incierta, entre los 50 y los 52, con un increíble bigote amarillento y una gran panza siempre cubierta con su camisa interior blanca con las mismas manchas de grasa día tras día.
Una vez conocido el sitio se tiene que describir el acontecimiento. Eran alrededor de las dos de la madrugada, en el local tan solo estaba Mariano (un camionero enamorado de las ranas, muy alto, delgado y de largas patillas, que daba las últimas caladas a su puro remojado en anís antes de subir a su camión con destino a Guarromán), don Torcuato, enredado en un vaso de whisky Dyc y un plato de huevos fritos, y doña Urraca, en el escenario, con su camiseta de tirantes incapaz de disimular su gran tripa embarazada. Allí fue donde doña Urraca rompió aguas, encima del escenario, con el consiguiente enfado de don Torcuato, ya que esa visión le hizo atragantarse con un pedazo de chorizo bien remojado en yema de huevo. Y allí mismo fue donde doña Urraca parió al bueno de Mejuto, sin interrumpir su show, bajo la atenta mirada de Mariano, doña Urraca en medio de esa danza imperfecta fue quitándose la ropa poco a poco y ella misma sacó a Mejuto, su propio hijo, de sus entrañas. Eso sí, Mejuto no lloró, ni siquiera un poco, Mejuto siempre fue muy formal. Un acto digno de ver, del que solo hay dos testigos, y del que se niegan a volver a hablar.
Ese fue el nacimiento de Mejuto González, uno de los grandes árbitros de la historia del fútbol español.
En "El globo feroz" fue donde Mejuto pasó los mejores años de su vida, allí vivieron doña Urraca y Mejuto los primeros añitos de este infante con un futuro brillante en la justicia futbolística. Fueron años difíciles, pero divertidos para un niño que no sabía muy bien lo que hacía. Mientras doña Urraca bailaba en el escenario (porque esto no lo he mencionado, pero doña Urraca era la única trabajadora de "El globo feroz" y habitualmente el único cliente no era otro que Mariano, ese larguirucho de anchas patillas que descansaba en ésta su segunda casa, de sus constantes viajes de Chinchón a Guarromán y de Guarromán a Chinchón) Mejuto se encargaba de servir su copita de anís a Mariano y preparaba los huevos fritos con chorizo a don Torcuato, eso sí, siempre montado en su triciclo, la única prenda de vestir que tenía el bueno de Mejuto.
Así pasó los primeros años de su vida, siempre metido en este ambiente tan propicio para un niño, sin oír ni decir jamás una palabra. Mejuto siempre lo recuerda con emoción, es más, hoy día, mientras arbitra sus partidos, tiene una foto de familia con Mariano, Torcuato y su mamá doña Urraca, todos abrazados en el centro del escenario de "El globo feroz". Esa foto se tomó justo antes del día fatídico, quién la tomó sigue siendo una incógnita el día de hoy pero eso no es relevante para la historia, el caso fue que al día siguiente de la foto, el destino apareció como aparecen las nubes en otoño. La tragedia se adueñó del mejor burdel de toda la carretera de Andalucía. Don Torcuato murió, fulminado por un ataque al corazón, nunca escuchó los consejos de Mariano, quien le decía que no era conveniente cenar todos los días 5 huevos y 4 pedazos de chorizo, el corazón de don Torcuato dijo basta, se jubiló y no latió nunca más.
Ese fue el final de toda una época, el cierre de "El globo feroz" y el inicio de una nueva vida para nuestro protagonista, ese gran árbitro del fútbol español que no es otro que el bueno de Mejuto González.
Doña Urraca, que era una mujer sin sentimientos, se escapó con Mariano dejando abandonado a Mejuto. Y así fue como despertó Mejuto al día siguiente, desnudo, abrazado a una barra americana y con la única visión de don Torcuato desplomado sobre su plato de 5 huevos fritos y 4 pedazos de chorizo. Mejuto, un muchachito de cinco años muy espabilado para su edad (a pesar de no saber hablar) agarró a don Torcuato por las piernas con la intención de despertarle, y así fue como conoció por primera vez la muerte, al ver caerse al suelo a quien seguramente fuera su padre, con la cara llena de yema de huevo, y un pedazo de chorizo pegado en una de sus mejillas.
Mejuto no sabía hablar, pero no era tonto, rápidamente notó que algo no andaba como tenía que andar. Pero algo que no hemos dicho aún es que Mejuto siempre ha tenido mucha determinación, así que no tuvo miedo en tomar una decisión importante, agarró su triciclo y marchó sin rumbo alguno, desnudo y confiado, por las carreteras de España, hoy la carretera de Andalucía, como mañana podía ser la de Valencia y pasado la de La Coruña, la dirección no era lo que le importaba a Mejuto, él solo quería estar en movimiento. Y así lo hizo.
Fue así como llegó a la edad de 18 años, rolando y rolando por la península ibérica, desnudo y en triciclo, siempre solo pero siempre atento a todo cuanto su aventura le pudiese ofrecer. Fue en un pueblo de Castilla donde su futuro cambió, hay quien piensa que fue en Arenas de San Pedro, pero yo se, y de muy buena tinta, que fue en Candelada. Allí fue donde Mejuto, sediento, ya que se trataba de un caluroso día de verano, con el sol golpeando fuertemente en la nuca de Mejuto donde encontró un gran riachuelo donde podría saciar su sed (Mejuto llevaba un año y medio sin beber agua, y todo el que ha estado un año y medio sin beber agua se puede imaginar la sed que tenía Mejuto, una sed endiablada). Así que Mejuto aparcó su triciclo en la orilla del riachuelo y se agachó para beber agua, estuvo una hora y media bebiendo agua, pero lo importante de este hecho fue que una vez saciada su sed, Mejuto sacó la cabeza del agua, y fue ésta y no otra la primera vez que Mejuto se vio a si mismo, reflejado en las aguas turbulentas.
Esta imagen le gustó tanto como le asqueó, no sabía que pensar, en un primer momento creyó que había alguien debajo del agua mirándole, y trató de agarrarle por la nariz, pero viendo que allí no había nadie, y como ya he dicho que Mejuto era un tipo bastante listo, al final adivinó que aquello no era más que el reflejo de su propio careto.
Este descubrimiento le embriagó de alegría, Mejutó saltó, gritó (fue la primera vez que su garganta emitió un sonido, tremendo grito el que pegó), corrió e incluso hizo algo parecido a bailar. Fue en este momento cuando un policía que andaba paseando por las campiñas de Castilla tuvo una visión que le atormentó por el resto de su vida, vio a un tipo totalmente desnudo y tremendamente peludo saltando y corriendo, sin ningún tipo de control. Esta especie de simio alocado no era otro que Mejuto. El policía rápidamente pidió refuerzos, hicieron falta tres patrullas y una porra eléctrica para reducir a Mejuto, pero finalmente consiguieron separarle del triciclo y meterle en un coche policía.
Así fue como Mejuto González ingresó en prisión, Carabanchel fue su destino. Esa cárcel hoy extinta. No quiero adelantar acontecimientos, pero las ganas de decirlo me pueden, allí fue donde el bueno de Mejuto dijo sus primeras palabras: "¿cara o cruz?"
Pero, antes de que esto ocurriera, Mejuto tuvo un sin fin de experiencias inolvidables para él: Su primer amigo, Jimmy Cara Cortada, su compañero de celda, quien le enseñó a jugar a un juego de cartas que a día de hoy Mejuto ya no recuerda las reglas pero si las emociones que le causaban estas partidas que duraban hasta el amanecer (si señores, este juego no era otro que "burro"). Su primera comida, Mejuto fue en la cárcel donde comió por primera vez, y su primera comida no fue otra que arroz blanco, Mejuto descubrió un mundo nuevo se sabores, y hasta el día de hoy, Mejuto no ha dejado de comer otra cosa más que arroz blanco, es más, tiene una bañera en su casa llena de arroz blanco, donde se sumerge siempre que tiene pensamientos existenciales. Y por fin si, sus primeras palabras. Esto ocurrió en una salida al patio, con los demás reclusos, donde se estaba organizando un partido de fútbol de violadores contra asesinos. Mejuto, que no se sentía identificado con ninguno de los grupos, ya que su único crimen fue saltar por el campo totalmente cubierto de pelos por todo el cuerpo y morder la oreja de un policía, no supo en qué equipo meterse, y fue Jimmy Cara Cortada quien tuvo la increíble idea que marcaría el futuro de Mejuto para el resto de su vida: propuso a Mejuto como árbitro. La idea fue recogida con gran indiferencia por los jugadores de ambos equipos, pero nadie se negó, y así fue como el bueno de Mejuto arbitró su primer partido de fútbol, sin necesidad de las clásicas ropas negras ya que su cuerpo aún continuaba totalmente cubierto de pelo negro, muy rizado por cierto, y así fue como Mejuto dijo sus tan esperadas primeras palabras: ¿cara o cruz?
El resto de las historia ya todos la conocéis, a los 21 años Mejuto salió de la cárcel, antes de tiempo, por buena conducta claro está, porque como ya he dicho, Mejuto siempre fue muy formal. A los pocos días la federación española de fútbol ya le había admitido como árbitro profesional, y poco a poco fue escalando divisiones hasta llegar donde hoy está. Un árbitro internacional y muy reconocido, tarjetero y riguroso.
Por eso hoy brindo por el más grande de todos, Mejuto González, un hombre que se ha hecho a sí mismo y del que todos tenemos que estar orgullosos.